Históricamente, la trova, o el
arte trovadoresco, es un fenómeno que por su nombre remite a la tradición
poética-musical de los troubadours
(trovadores) del siglo XI francés. La palabra “trobar” significa “encontrar”,
y en el libro El Lenguaje y la muerte,
Giorgio Agamben nos explica que esta palabra hace alusión a la búsqueda de
los poetas quienes, a través del deseo amoroso, deseaban hallar el lugar originario
del lenguaje; el topos de ‘la palabra’ como “ya sucedida desde siempre”
[ 1 ]. El fenómeno de los troubadours no sólo se redujo al ámbito francés,
sino se extendió a otros países, como a España. Y así, con la llegada de los
colonizadores en el siglo XV, esta tradición que es combinación de música
y poesía, melodía y palabra, también llegó al continente americano.
Es a partir del siglo XIX que
se empieza a hablar de la tradición trovadoresca en Cuba como “la trova tradicional
cubana”, cuyos cantautores son considerados “portadores y protagonistas de
una cultura popular”; algo que se refiere tanto al quehacer musical, como
al comportamiento personal de los trovadores. [ 2 ]. De ellos, los más conocidos
son Pepe Sánchez, Sindo Garay, Miguel Matamoros, y Francisco Repilado (Compay
Segundo).
La mayor parte de los trovadores
tradicionales cubanos provenía de los campesinos del interior del país o de
los obreros de la zona urbana; “los estratos más pobres de la población” [
3 ], y así la trova era un género de música con que una gran parte de la población
cubana, de diversas situaciones sociales, económicas o topológicas se podía
identificar. El trovador era simplemente “un poeta con su guitarra” [ 4 ],
que, especialmente después de la instalación de la Revolución Cubana, serviría
de hombre ejemplar (Revolucionario) para el pueblo por su fama de ser un personaje
“humilde”.
A partir de los años 40 del siglo
XX, dentro de la tradición trovadoresca, surgió un grupo de músicos que empezó
a experimentar con construcciones armónicas propias del jazz y del
blues norteamericano. También
se enfatizó en una interpretación más emocional de los textos y de la música,
y de esta manera nació un corriente nuevo que obtuvo el nombre de “filin”
[ 5 ], en lo cual el término no sólo servía para referirse al estilo musical, sino
también a toda una actitud ante la vida [ 6 ].
![]() Silvio Rodriguez y Pablo Milanes. |
En los años cincuenta se vislumbra
una nueva generación de cantantes en el horizonte musical de la trova cubana
[ 7 ], entre los que se incluyen Silvio Rodríguez,
Pablo Milanés, Noel Nicola, y Vicente Feliú. A partir de esa época se habla
de “la nueva trova cubana”. Robin Moore expresa: “la nueva trova no se puede
comprender sin tomar en cuenta las condiciones políticas turbulentas de una
gran parte del mundo en desarrollo a mediados del siglo veinte”. [ 8 ]
Globalmente
se podía ver que, en países como la India e Indonesia, surgieron grupos de
la población que protestaban contra el colonialismo y la dominación política
y económica que sufrieron. A escala latinoamericana se produjeron las reformas
de tierra en Guatemala, las actividades de guerrilla en Perú, Bolivia, Colombia,
Venezuela y Uruguay, los movimientos de independencia en Puerto Rico, el establecimiento
de un partido socialista en Chile, seguido por una dictadura, las dictaduras
también en Brasil y en Argentina, y en Cuba la lucha y el triunfo de la Revolución
[ 9 ].
Los acontecimientos traumáticos
que tuvieron lugar en distintos países tuvieron sus reflejos en la música.
En los Estados Unidos la experiencia de la guerra en Viet Nam hizo surgir
un fenómeno musical que se llamó Canción Protesta (Protest Song), con Bob Dylan como su más famoso representante, y en
los grandes países latinoamericanos, como Argentina, Chile, y Brasil, las
dictaduras crearon el ambiente en que nació la llamada Nueva Canción Latinoamericana,
que era un tipo de canción de protesta y de crítica social. Cantantes famosos
de este género son, por ejemplo, Víctor Jara y Violeta Parra de Chile, Mercedes
Sosa y Atahualpa Yupanqui de Argentina, o Chico Buarque y Caetano Veloso de
Brasil. En España en estos tiempos se desarrolló también un tipo de música
llamado Nueva Canción (Nova Cançó),
en que especialmente la supervivencia de la cultura catalana constituía una
temática importante y cuyo integrante más conocido fue Joan Manuel Serrat.
Todas estas nuevas formas de música, tanto en Latinoamérica como en España
y los Estados Unidos, recurrían de alguna manera a la música folklórica o
popular de sus respectivos países o regiones. [10]
Dicha agitación mundial -y nacional-
en los años ‘50-‘60 fue la cuna en la cual nació la nueva trova cubana. El
establecimiento de la Revolución y la música políticamente comprometida del
extranjero constituyeron una fuente de inspiración para los trovadores jóvenes
en su empeño de dar a la trova cubana un impulso renovador. A partir de 1959,
canciones, por ejemplo, de Carlos Puebla, se referían temáticamente a la Revolución
por lo que ya se apreciaba una carga políticamente explícita (López
Sánchez. Op. cit. p. 46). De por sí, la carga política no-explícita
en las canciones trovadorescas no era nada nuevo, porque ya a partir de la
trova tradicional se comentaba que: “…el cantar político y social del trovador
no es ajeno y distinto a todo su arte, sino que está plenamente integrado
a éste, pues responde, en última instancia, a una visión específica del mundo
y a una actitud definida ante la vida”. [11]
Acerca de la relación de la nueva
trova con la sociedad contemporánea (Revolucionaria) de aquella época, se
puede decir que hubo un vínculo bastante estrecho entre los dos, aunque no
siempre muy afectivo. Faya, refiriéndose a la música de la nueva trova, la
caracteriza como “el arte oficial de la política de coyuntura” [12], pero
este no era el caso desde los inicios. De los artículos y estudios que he
encontrado acerca de la nueva trova, muy pocos (y entre ellos el de Robin
Moore) mencionan el hecho de que la nueva trova en sus inicios también explícitamente
emitió crítica sobre algunos aspectos del gobierno (el autor menciona la canción
“Resumen de noticias” de Silvio Rodríguez), y que sus trovadores, hasta los
años 70, fueron frenados por el Estado en la mayor parte de sus actividades
artísticas, en el caso peor por permanencia en campos de reforma o hasta encarcelamiento,
medidas de las que fueron víctimas, entre otros trovadores, Pablo Milanés
y Silvio Rodríguez, según Moore [13]. Aunque todos los músicos de esta generación
se formaron dentro de la Revolución, participando en proyectos voluntarios
para ayudar a construir la sociedad, también criticaron otros aspectos de
la misma con los que no estaban de acuerdo. En poco tiempo los primeros cantantes
de la nueva trova ya habían ganado fama de conflictivos, ya que su actitud
crítica no convenía a las instancias oficiales [14].
Desde que se instaló la Revolución,
el gobierno cubano había recurrido a la imagen clásica del trovador para poder
dar cara -y voz- a lo que se llamaba “el hombre nuevo”; el molde para la nueva
identidad que se propagaba para el pueblo cubano. Las características principales
de este “hombre nuevo”, eran la humildad (como ya destacamos anteriormente
en este artículo), y la actitud autocrítica, que, en el ideal Revolucionario
de la construcción de una sociedad nueva, exigiría participación de la gente
hasta en el espacio más íntimo de la vida social. Irónicamente, la actitud
“conflictiva” de que se acusaba los cantautores de la nueva trova procedía
justamente de esa propagada actitud de autocrítica, en que los jóvenes músicos
criticaron aspectos de la sociedad que ellos mismos constituían.
En el año 1968 el gobierno cubano
lanzó una nueva “Ofensiva Revolucionaria”, en que fueron prohibidos los negocios
privados, y en que además creció la intolerancia hacia quienes no aceptaban
la “doctrina del Partido”. Como consecuencia, la trova más joven, como un
tipo de música que asumía una actitud crítica hacia la sociedad, ya no podía
contar con la tolerancia del gobierno [15].
Haydée Santamaría, miembro de
la lucha clandestina revolucionaria contra el antiguo régimen, fue la persona
que ayudó a los trovadores en esta época. Siendo la coordinadora de actividades
culturales en la Casa de las Américas, les dio la oportunidad y un espacio
de reunirse y recitar sus canciones ante un público. En general, los medios
de comunicación, con la excepción del programa de televisión “Mientras Tanto”,
que durante meses posibilitó a algunos trovadores recitar en él, desconocían
a estos músicos. Por esta razón fue tan crucial la posibilidad que Santamaría
ofrecía: la de poder cantar y ser escuchado.
Entre el público la popularidad
de toda esta generación de músicos seguía creciendo, y en una acción que Moore
caracteriza como un “compromiso”, una organización oficial del estado (el
ICAIC)
[16]
les ofreció a los músicos la posibilidad de cooperar
en un proyecto profesional de música (idem 20-21). En 1969, bajo la dirección
de Leo Brouwer, reunieron a artistas como Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Pablo
Milanés, Eduardo Ramos y Sara González, para formar el “Grupo de Experimentación
Sonora del ICAIC”, el GES:
Entre los objetivos de este
grupo estaba la realización de una obra musical a función del cine revolucionario,
el interés por elevar el nivel de las sonoridades cubanas musical y textualmente
y, dentro de éste último, la revitalización, el plantearse rescatar y adaptar
al nuevo contexto los ritmos cubanos [17].
Según Moore, el resultado más
importante del GES fue que “legalizaba” a los trovadores, y que les daba la
oportunidad de desarrollarse creativamente durante algunos años [18].
Era la fundación del Movimiento
de la Nueva Trova (MNT), en 1972, que hizo que a partir de ese momento los
trovadores de todo el país pudieran asociarse a un movimiento oficial (es
decir órgano del cuerpo estatal Revolucionario), que dio “una base sólida
y coherente” a este tipo de música [19]. Debido al aumento de la popularidad
de los músicos de este movimiento, a pesar de la censura y el desconocimiento,
el gobierno cubano decidió aceptar el género en vez de contrariarlo. Los cantautores
fueron presentados como el producto cultural más importante desde la Revolución,
y así el gobierno cubano sutilmente incorporó a la generación de la nueva
trova. Esta aceptación oficial creaba nuevas posibilidades de grabar y de
producir discos, aunque al mismo tiempo también había más control por parte
del Estado sobre lo que escribían los cantautores. Además, justamente por
la relación muy estrecha –y a veces hasta amistosa- que de repente existía
entre los oficiales de la Revolución y los jóvenes trovadores, el hecho de
emitir crítica se hizo más precario, y también implicó el riesgo de perder
el estatus que tenían asegurado. Los trovadores empezaban a evitar ciertos
temas en su música, y hasta adaptarse a temas más patrióticos, como, por ejemplo,
“Amo esta isla” de Pablo Milanés.
![]() Frank Delgado, Carlos Varela, Gerardo Alfonso e Santiago Feliú. |
Alrededor de los años ’80 se
dieron a conocer un grupo de trovadores más jóvenes dentro del MNT, que empezaban
a marcar una nueva generación dentro de la trova. Los más conocidos de esta
generación son Carlos Varela, Gerardo Alfonso, Frank Delgado, Santiago Feliú
y Donato Poveda. En la manera de hacer su arte, hay tanto una continuidad
como una ruptura con la generación de sus predecesores, que veremos a continuación.
La formación artística dentro
del MNT de los músicos de la nueva generación fue una influencia que dejó
de existir en 1986 con la desaparición de esta organización. A partir de este
momento empezaron a desarrollarse por sí solos. La falta repentina de una
organización unificadora, según López Sánchez, dejó a los jóvenes trovadores
en una posición vulnerable, por no pertenecer a una institución oficial que
les apoyara tanto económica como artísticamente en sus carreras [20], lo cual
es una muestra de la importancia que este crítico da al reconocimiento oficial
del género musical.
De las críticas se puede deducir,
sin embargo, que también antes de la desaparición del MNT esta nueva generación tenía dificultades al
manifestarse en el mundo artístico. En una entrevista de Mayra Martínez a
Santiago Feliú, el trovador se refiere al éxito que artistas como Carlos Varela
y Frank Delgado tienen en La Habana y en otros lugares del país, mientras
que los grandes medios de comunicación, como la radio y la televisión, siguen
desconociéndolos [21]. Según López Sánchez, para ellos (también incluye a
Gerardo Alfonso), “la llegada de su iniciación discográfica demoró casi toda
la década” [22]. Hasta el día de hoy ellos son prácticamente silenciados por
la televisión, la radio y la prensa,
y es siempre de manera underground que su público se entera de conciertos
que van a dar o que consigue las canciones en discos o en cinta. El periodista
Joaquín Borges Triana habla del desconocimiento por parte de la media, refiriéndose
a esta generación de músicos como “la generación de los topos”. En sus propias
palabras:
A esa generación yo le puse por un artículo que escribí "Generación de
los topos". La expresión era simplemente el título de un artículo en
el que pretendía abordar el modo subterráneo en el que transcurría el quehacer
de estos cantautores, un ejemplo de cómo se da también entre nosotros una
cultura underground, al margen de los espacios
oficiales llamados a legitimar una propuesta artística.
[23]
En cuanto a los aspectos musicales
de esta nueva generación, las diferencias con sus predecesores se han manifestado,
por ejemplo, en la manera experimental del acompañamiento musical, como señala
Donato Poveda en una entrevista con Mayra Martínez [25]. Se ha ido experimentando
más y más con otros instrumentos, orquestaciones y géneros musicales, y así
han ido sembrando la confusión en cuanto a la definición de qué es la trova,
si tomamos en cuenta que un trovador siempre era “un poeta con su guitarra”.
Santiago Feliú, por ejemplo, empezó a experimentar con el acompañamiento instrumental,
formando un grupo de músicos en vez de acompañarse él solo con la guitarra.
Como argumento, Feliú explica: “…no quiero hacer una ruptura, sino enriquecer
el trabajo clásico del trovador con timbres más contemporáneos.” [26]. Hay
otros ejemplos de trovadores que empezaban a incorporar al rock en
su música, como Carlos Varela, y otros que fusionaron distintos estilos tanto
nacionales como extranjeros en su música, como por ejemplo Gerardo Alfonso
[27].
En los textos, el elemento del
criticismo vuelve a estar presente. El ejemplo más conocido es la canción
“Guillermo Tell” de Carlos Varela; una alegoría que se refiere al hecho de
que el pueblo cubano se cansó de comprobarse por la causa de la Revolución
[28]. Luego de que los cantantes de la nueva trova se
neutralizaron cada vez más en sus textos, la generación de los topos vuelve
a criticar ciertos aspectos de la sociedad, a veces simplemente por cantar
acerca de las cosas cotidianas, los sentimientos, y el amor. En un artículo
sobre Carlos Varela quien, especialmente al principio de su carrera, tuvo
la fama de ser el trovador más crítico de todos, se habla de este “criticismo”
en sus textos como una forma de “crudeza” que se combina con la “ternura”
de otros textos cuyo resultado es la expresión
de sus ideas; no es su intención mostrar que sabe provocar, sino simplemente
quiere “contar su verdad” [29]. También hay un artículo sobre Gerardo Alfonso,
cuyo autor habla de una “hondura filosófica” en la temática de los textos
de Alfonso que automáticamente expresa sus “preocupaciones e inquietudes existenciales
y sociales” [30].
La expresión de la visión del
mundo por una nueva generación de artistas va acompañada con una manera particular
de representar sus ideas, que se nota, por ejemplo, en los códigos del lenguaje
artístico. Aún refiriéndose a la caracterización de este grupo de trovadores
como “la generación de los topos”, dice Borges Triana: “Lo de topos también puede entenderse por el tipo de textos
que eran parte de sus discurso y que se inscribe en lo que constituye el Renacimiento
del Arte Cubano y la aparición de un nuevo pensamiento sociocultural”.
[31]
Los trovadores más jóvenes
contraen un compromiso cronológico que ya no atañe al grupo encabezado por
Silvio y Pablo: expresar los conflictos de la generación formada dentro de
La Revolución, que vive la intensa complejidad de las contradicciones actuales
sin la perspectiva histórica de los protagonistas del tránsito revolucionario.
[….] Estos jóvenes participan de la realidad con un nuevo enfoque desprovisto
de experiencia vital prerrevolucionaria y sus ideas no siempre encuentran
recepción comprensiva.
En esta cita, Varela expresa
las características de los integrantes de una nueva generación, que también
vale para los demás artistas e intelectuales de su época. Ellos han crecido
dentro de la Revolución, y no han vivido los horrores de la dictadura precedente,
ni el largo proceso hasta el establecimiento del estado socialista. Por eso,
para ellos era (y es) más fácil tomar dicha distancia crítica de esta colectividad
de la sociedad, y emitir sus criterios desde un punto de vista más individual.
Aparte de la música, en la poesía
también se nota la diferencia generacional en la actitud social de los poetas
[38]
. En el poema “El otro”, de Roberto Fernández
Retamar, el autor se refiere a como su generación
le debe todo lo que tiene a la gente que luchó durante la Revolución. Empieza
con las palabras:
Nosotros los sobrevivientes / a nadie debemos la sobrevida.
El grupo generacional a que pertenece
Fernández-Larrea no siente responsabilidad por los que lucharon en la Revolución
Cubana y no cree que por esta razón
deba ser fiel a la sociedad en que vive hoy día. Los integrantes de este grupo
se han desprendido de los lazos que los atan al pasado, y empiezan a vivir
sus propias vidas. Esta actitud, en que no se sienten parte de la colectividad
sino en que se consideran individuos autónomos, es un paso hacia una manera
expresiva más íntima; un giro de lo general hacia lo particular, o como lo
expresa Aguilera Díaz:
El poeta no
aspira a hablar por los demás utilizando el nosotros;
él es el personaje principal de las hazañas, historias o fábulas, asumiendo
un yo arraigado de su tiempo.
La tercera
generación y el proyecto Habana Abierta
![]() Habana Abierta |
Los músicos de la más reciente
generación de cantautores empiezan a surgir en el espectro artístico cubano
a partir del año ’89 [41], y aun no existen estudios amplios sobre ellos.
Tampoco disfrutan de una amplia difusión de su música, y como sus predecesores
se quedan más bien en la marginalidad de la industria musical [42]. Se pueden
destacar distintos grupos (o promociones) en esta generación; yo me baso en
la determinación de Borges Triana, cuando dice:
…una tercera generación
en la que está el grupo de cantautores nucleados en torno al proyecto Habana
Abierta (que antes fuera Habana Oculta y en el que por similitudes estilísticas
también incluyo a Pavel Urquiza y David Torrens), los asociados a lo que se
denominó "Cantores de la rosa y de la espina", es decir, Carlos
Lage, Karel García, Silvio Alejandro, Samuel Águila, Fernando Bécquer, Inti
Santana, etc, así como los que viven en el interior del país, como el trío
Enserie, Diego Gutiérrez, Leonardo García, Alain Garrido, Pavel Poveda, William
Vivanco, el dúo Postrova, Buena Fe, Norge Batista…
[43]
Carlos Lage, para tipificar a
su generación de trovadores, dice acerca de la influencia de la nueva trova
y de la canción protesta latinoamericana: “nos consideramos, más que la continuidad,
un afluente de este movimiento, como también lo fue la llamada segunda generación”.
Existe una inseguridad acerca
de la pertenencia de los integrantes de esta generación de músicos a la tradición
trovadoresca. En la antología de textos del Cancionero de la trova cubana
de Cubadisco, se han incluido textos de integrantes del proyecto Habana Abierta,
pero agrupados bajo el término de “nueva trova II” (151). López Sánchez los
caracteriza como una tercera generación en la nueva trova, indicando también
que hay fuentes que los caracterizan como los “novísimos” (197). En esta investigación
los presento como una tercera generación en la nueva trova, basándome en la
temática de los textos que he escogido para el análisis que forman una continuación
de los temas abordados por las generaciones anteriores.
De una manera más metafórica,
la “diáspora en la música” también se refiere a la manera híbrida en que influencias
musicales de distintos países son integradas en las canciones de Habana Abierta.
Instrumentalizaciones del rock norteamericano se incorporan en ritmos
típicamente cubanos y vice versa, canciones que empiezan como rock
terminan como guaracha, y en los textos se recurre libremente a expresiones
del inglés o yoruba si esto conviene rítmicamente. Para ellos, “lo
cubano” no rige, musicalmente, sólo en la música popular cubana, ni tampoco
se reduce, físicamente, sólo al ámbito de la isla. Ser cubano implica justamente
la mezcla de influencias internacionales, y así asumir la realidad diaspórica
que vive tanto el cubano fuera de Cuba, como el que “se quedó”. O como lo
dice Luís Barbería en el disco Boomerang: “como soy cubano te mezclo este
funky blues con guagancó”.
[47]
Continuidades o diferencias generacionales
con los trovadores anteriores no sólo se deben al contexto físico en que se
encuentran los cantautores o a la presencia o ausencia de una censura, sino
que se manifiestan por otras características. Enrique del Risco tipifica estas
diferencias como algo que no tanto se rige en el contenido crítico de los
textos, sino en la actitud que se esconde detrás de este criticismo. Refiriéndose
a, respectivamente, un texto de Carlos Varela de la generación de los topos
y uno de Ihoshvany Caballero del proyecto Habana Abierta, señala: “es la diferencia
entre quien pide permiso para un cambio generacional y quien no le importa
lo que piensen los otros, o sea el poder”.
[48]
Durante
los años en que las tres generaciones de cantautores que hemos visto en este
texto se han manifestado en el mundo artístico dentro y fuera de Cuba, es
decir, a partir del establecimiento de la Revolución hasta hoy día, la sociedad
cubana ha sufrido de un fuerte movimiento migratorio hacia el extranjero.
Este éxodo incesante, conocido bajo el nombre de “la diáspora cubana”, es
una realidad que forma el contexto social en el que los cantautores han vivido
y ejercido su arte. La migración y sus efectos han tenido mucha influencia
en las vidas personales de los artistas mismos. En todos los artículos que
pude revisar, sin embargo, se menciona la migración de paso, pero no como
un elemento importante en las vidas y en los textos de los trovadores. Pude
percibir que hay muchos textos en que se aborda esta temática, y que son precisamente
las canciones escritas después de los años ’80 hasta el presente las que reflexionan
sobre la relación entre el individuo y la sociedad. En el caso de la primera
y la segunda generación, podemos ver la manera en que los cantautores, que
pertenecen al grupo de las personas que se han quedado “atrás”,
enfrentan el problema migratorio. En el caso de la tercera generación,
los músicos muestran un enfoque opuesto, por pertenecer al grupo de personas
que se han ido.
En relación con esta temática, los textos de crítica en mi opinión tampoco
prestan suficiente atención al papel importante de los espacios imaginados
en los textos de las tres generaciones. En una reseña sobre el nuevo disco
de Carlos Varela, “Nubes”, Padrón Nodarse se refiere brevemente al fenómeno.
El autor dice que en este álbum el artista recurre temáticamente “a La Habana
[…], a su obsesión por el exilio, [y] a las incursiones dentro del más recóndito
yo (ese otro exilio) [...]”, y que para Varela “los lugares concretos (La
Habana) habitan dentro del ser humano” [49]. En estas observaciones podemos
ver que la temática de la migración se vincula de alguna manera a una imagen
metafórica en que la ciudad representa el mundo interior del individuo.
El vínculo no se explica ampliamente, pero da motivo para una investigación
más detallada. Aparte de los textos de Varela, también se dan casos de semejante
uso de imágenes metafóricas en textos de la generación anterior y posterior,
en que las metáforas representan de una manera ilustrativa la función afirmativa
o negativa que ciertos espacios tienen para la identidad de un individuo
o grupo social. La importancia y la función de espacios (físicos, temporales
y simbólicos) en cada grupo generacional son indicativas por la manera en
que los trovadores de las distintas épocas experimentaban la migración,
y en qué medida esta realidad diaspórica les afecta como individuos.
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